miércoles, 22 de abril de 2009

Shadow of the Colossus

La primera página de esta fantasía nos traslada a un solitario acantilado. En medio de la noche, nuestro personaje trasporta un cuerpo inerte a lomos de su caballo. Se dirige hacia los confines del mundo, hacia la tierra prohibida, lugar donde se dice que habita Dormin, ente con poder sobre el alma de los muertos. Quiere devolver la vida a la muchacha que yace sobre sus brazos, muerta por culpa de un destino maldito. Una vez allí, en el Altar de la Veneración, ante dieciséis imponentes ídolos de piedra, sella un pacto con dicho ser.
Para recuperar el alma de la joven deberá acabar con las encarnaciones de las estatuas que habitan en ese mundo maldito: los colosos. Elevando la Espada Antigua encontrará la luz que le guiará en su cometido y le permitirá acabar con estos monumentales engendros. Pero Dormin le advierte. El precio que tendrá que pagar podría ser demasiado grande. Resuelto a cumplir el pacto, hace caso omiso a su recomendación. No le importan las consecuencias.

Con esta premisa da comienzo la epopeya de un hombre dispuesto a todo con tal de liberar a una muchacha de las garras de la muerte. Mientras pasamos las hojas de esta emocionante lectura, descubriendo nuevos matices de la historia, comenzaremos a tomar conciencia de las acciones del protagonista, de sus consecuencias.

Historias simples

Dibuja este rompecabezas un relato simple en sus premisas y complejo en sus preguntas. Encontramos aquí una reflexión sobre algunos de los aspectos más oscuros de la condición humana. ¿El fin siempre justifica los medios? ¿Por que se ha de matar a terceros para salvar a personas que dependen de nosotros? ¿Constituye la violencia una parte más de nuestras vidas? Todos los interrogantes que suscita entroncan directamente con aquellos que ya planteara Ueda de forma más desdibujada en su anterior trabajo, ICO. Y como ya hiciera entonces, para lanzar estas cuestiones, se sirve del único lenguaje que diferencia a los videojuegos de otras artes: la interacción.

El instinto de protección que inspiraba la indefensa Yorda conforme nos abríamos paso por los pasillos del castillo, da paso a la toma de consciencia de nuestras acciones, a la sensación de culpabilidad, tras ir robando los últimos alientos de vida de estos enigmáticos colosos.

Todo ello sin apenas requerir el uso de las otrora socorridas secuencias de vídeo. De hecho, sólo hay tres secuencias significativas en todo el juego y sobra decir que su factura es exquisita. Nada de manierismos y movimientos de cámara absurdos tan comunes en esta industria. Una lástima que existan tan pocos creadores que entiendan este lenguaje como Ueda.

Joder amigos este juego es impresionate realmente o lo dise el tito jusepe que lo sabe bien asi que si podeis jugarlo, mejor que mejor.

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